La caída del M1
Manuel Torres Félix "El Ondeado" su historia y su muerte a traición.
Culiacán,-NARCOVIOLENCIA-Fue la Oficina de Control de Bienes
Extranjeros (OFAC) la que le puso marcaje desde aquel 1 de junio de 2011: entró
a la "lista negra" de Estados Unidos como persona sujeta a la Ley de
Cabecillas Extranjeros de Narcotráfico, la Ley Kingpin donde solo hay dos
formas de salir muerto o estando en prisión no hay forma de escapar al gobierno
estadounidense tarde que temprano de atrapan.
Desde entonces, se sabía que andaba a salto de mata, en la zona del Valle de San Lorenzo, donde desde febrero de este año ha habido varios operativos del Ejército y la Marina.
Manuel Torres Félix, según la OFAC, nació el 28 de febrero de 1958 en Cosalá, posiblemente en el Llano de los Refugio.
Dos años mayor que su hermano Javier Torres Félix (1960) EL JT, "El Ondeado" nunca pisó la cárcel a diferencia de "El JT", detenido el 27 de enero de 2004 en su domicilio de Colinas de San Miguel. Javier había sido detenido otras dos veces: una en California en 1992 y otra en Cancún en 1994.
Desde entonces, se sabía que andaba a salto de mata, en la zona del Valle de San Lorenzo, donde desde febrero de este año ha habido varios operativos del Ejército y la Marina.
Manuel Torres Félix, según la OFAC, nació el 28 de febrero de 1958 en Cosalá, posiblemente en el Llano de los Refugio.
Dos años mayor que su hermano Javier Torres Félix (1960) EL JT, "El Ondeado" nunca pisó la cárcel a diferencia de "El JT", detenido el 27 de enero de 2004 en su domicilio de Colinas de San Miguel. Javier había sido detenido otras dos veces: una en California en 1992 y otra en Cancún en 1994.
A Javier lo extraditaron a Estados Unidos en el 2006 y fue sentenciado a
ocho años de prisión. El 13 de marzo de 2013 salio de prisión y lo mandaron
para México donde lo reaprendieron y ahora se encuentra encarcelado
Antes de morir tuvo grandes perdidas como amigos familiares y dos de sus hijos fueron ejecutados como parte de la guerra contra los hermanos Beltran Leyva.
En Sinaloa, Manuel Torres ascendió a operador financiero y brazo armado del Cártel de Sinaloa, luego de la ruptura que generó la detención de Alfredo Beltrán Leyva El Mochomo, y la vendetta violenta de Arturo Beltrán, "El Barbas".
Primero fue el ataque contra Joel Torres Jiménez, hijo de "El JT" en un billar de la Guadalupe Victoria, la que abrió un frente de guerra.
El 18 de agosto, con el asesinato en Montebello de Atanasio Torres Acosta, se firmó esa guerra y pronto las calles de Culiacán se desataron enfrentamientos.
Desde entonces, y debido a que "El Barbas" le decía "ondeado" en los mensajes localizados en hombres decapitados, Manuel Torres, que era el M-1, pasó a ser "El Ondeado". Decenas de cadáveres poblaron las calles y baldíos de la capital, nombrando su nuevo apodo, guerreando contra "El Barbas".
Pero fue hasta el 20 de septiembre de 2008, cuando el Ejército filtró a los medios una fotografía de él y su sobrino Misael Torres Urrea, en que su rostro cobró relevancia en las redes sociales y en composiciones de narcocorridos.
La imagen había sido hallada en un rancho de El Carrizal, donde aseguraron armas y municiones. Entonces se convirtió en "efigie" para los compositores del "Movimiento Alterado" (una productora de música).
En la primavera del 2010, en medio de los ánimos electoreros, Manuel e Ismael Zambada pasaron a ser consuegros, al contraer nupcias un hijo del "Mayo" con una hija del "M-1".
Calmada la guerra, en el 2011 fue exhibido como uno de los más buscados por la OFAC y la PGR.
En febrero de 2012, cayó un operativo militar en La Higuera de El Salado, donde se presumió iban por él. En marzo, se especuló la muerte de "El Fantasma", abatido por las fueras castrenses en Oso Viejo.
Y ahí, en esos terrenos, terminó "El Ondeado", con sus últimas armas, un pantalón café y un cinto de cuero blanco.
Antes de morir tuvo grandes perdidas como amigos familiares y dos de sus hijos fueron ejecutados como parte de la guerra contra los hermanos Beltran Leyva.
En Sinaloa, Manuel Torres ascendió a operador financiero y brazo armado del Cártel de Sinaloa, luego de la ruptura que generó la detención de Alfredo Beltrán Leyva El Mochomo, y la vendetta violenta de Arturo Beltrán, "El Barbas".
Primero fue el ataque contra Joel Torres Jiménez, hijo de "El JT" en un billar de la Guadalupe Victoria, la que abrió un frente de guerra.
El 18 de agosto, con el asesinato en Montebello de Atanasio Torres Acosta, se firmó esa guerra y pronto las calles de Culiacán se desataron enfrentamientos.
Desde entonces, y debido a que "El Barbas" le decía "ondeado" en los mensajes localizados en hombres decapitados, Manuel Torres, que era el M-1, pasó a ser "El Ondeado". Decenas de cadáveres poblaron las calles y baldíos de la capital, nombrando su nuevo apodo, guerreando contra "El Barbas".
Pero fue hasta el 20 de septiembre de 2008, cuando el Ejército filtró a los medios una fotografía de él y su sobrino Misael Torres Urrea, en que su rostro cobró relevancia en las redes sociales y en composiciones de narcocorridos.
La imagen había sido hallada en un rancho de El Carrizal, donde aseguraron armas y municiones. Entonces se convirtió en "efigie" para los compositores del "Movimiento Alterado" (una productora de música).
En la primavera del 2010, en medio de los ánimos electoreros, Manuel e Ismael Zambada pasaron a ser consuegros, al contraer nupcias un hijo del "Mayo" con una hija del "M-1".
Calmada la guerra, en el 2011 fue exhibido como uno de los más buscados por la OFAC y la PGR.
En febrero de 2012, cayó un operativo militar en La Higuera de El Salado, donde se presumió iban por él. En marzo, se especuló la muerte de "El Fantasma", abatido por las fueras castrenses en Oso Viejo.
Y ahí, en esos terrenos, terminó "El Ondeado", con sus últimas armas, un pantalón café y un cinto de cuero blanco.
Mausoleo donde están los restos de El M1 en el panteón de Jardines de
Humaya en Culiacán famoso por sus extravagantes construcciones de mausoleos
como si fueran mansiones en miniatura estilos griegos FOTO: flores en
la tumba de Manuel Torres Noviembre 2015
Sus favoritas
Manuel Torres Félix vivía en el monte. Su rabia creció y se alimentó con una materia prima: el homicidio de uno de sus hijos, Atanasio, en abril de 2008. Estos ataques se dieron luego del resquebrajamiento del cártel de Sinaloa y las pugnas con los hermanos Beltrán Leyva.
Sus favoritas
Manuel Torres Félix vivía en el monte. Su rabia creció y se alimentó con una materia prima: el homicidio de uno de sus hijos, Atanasio, en abril de 2008. Estos ataques se dieron luego del resquebrajamiento del cártel de Sinaloa y las pugnas con los hermanos Beltrán Leyva.
Atanasio hijo del Ondeado
Rara vez, confiesan fuentes, venía a la ciudad. Y no pasaba más allá de Cosalá. Conocía la serranía culichi y sus alrededores, sobre todo en el sector sur, porque era su casa, su viento, su predio y su patio. Desde ahí operaba y controlaba, al servicio de Ismael Zambada García, el Mayo, uno de los líderes de esta organización criminal.
La información oficial indica que los militares le dieron muerte en una zona deshabitada, cerca de Oso Viejo, la madrugada del sábado 13 de octubre. Otras fuentes cercanas indican que los uniformados le tendieron una pinza hasta que lo cercaron, y luego lo ultimaron.
Pero hay sospechas y no pocas: versiones extraoficiales indican que cuando el Ejército lo tuvo en sus manos ya estaba muerto, que tenía más golpes que balazos, una fractura expuesta de codo, tal como se aprecia en una de las fotografías que circulan en las redes sociales.
De acuerdo con información que contiene el peritaje realizado por la Procuraduría General de la República (PGR), se registraron seis lesiones de bala, una en el tórax anterior, otra en el posterior, una más en el abdomen, otra en el brazo izquierdo, una en un muslo y otras más en la pierna izquierda.
La causa de la muerte, según a conclusión pericial, fue por laceración pulmonar en ambos pulmones. La posición del occiso fue decúbito dorsal.
El cadáver duró en el Servicio Médico Forense desde la mañana del sábado hasta la noche del lunes. Pero nadie explicó por qué la noche en que supuestamente cayó abatido, elementos del Ejército mexicano levantaron el cuerpo y se lo llevaron al Semefo sin las actuaciones previas del Ministerio Público.
El cadáver fue paseado y retenido cuantas veces se pudo, al parecer por decisión de familiares: desde la noche del lunes y todo el martes en la funeraria, el miércoles una misa matinal y su traslado a los pueblos donde era conocido, y el jueves de nuevo a la funeraria y luego, durante la tarde, a Jardines del Humaya, a la tumba donde está su hijo Atanasio.
En los pasillos de la funeraria están sus parientes, amigos, vecinos y allegados. Todos parecen tristes, pero en paz. Resignados a la fuerza. Tranquilos, al final. Sueltan el aire: saben que murió un hombre con fama de sanguinario, a quien velan como un hombre apacible, de bien.
—¿Te quedó debiendo? —preguntó un hombre a un músico que acudió al funeral.
—No, ¿por qué?
—Para que te pague la familia. Porque si no, ya te chingaste.
—Ni modo. El señor fue bueno con nosotros. Vine a despedirlo.
El Señor, el Ondeado, el M1. Hermano de Javier Torres Félix, el JT, preso en Estados Unidos por narcotráfico y ahora preso en México. Ejecutor fuerte, duro: cercenador, decapitador y firmante de mensajes fúnebres dirigidos a sus enemigos, los Beltrán Leyva. Su firma, ese machete grande que dicen estaba chapeado en oro, fue la rúbrica en muchas, por no decir que todas, sus ejecuciones.
—¿Y cuál canción era la que más le gustaba al Señor?
—Carta a Esther… y Flor de Dalie.
Y se puso a cantarlas. Ahí, a capela. A solas.
Rara vez, confiesan fuentes, venía a la ciudad. Y no pasaba más allá de Cosalá. Conocía la serranía culichi y sus alrededores, sobre todo en el sector sur, porque era su casa, su viento, su predio y su patio. Desde ahí operaba y controlaba, al servicio de Ismael Zambada García, el Mayo, uno de los líderes de esta organización criminal.
La información oficial indica que los militares le dieron muerte en una zona deshabitada, cerca de Oso Viejo, la madrugada del sábado 13 de octubre. Otras fuentes cercanas indican que los uniformados le tendieron una pinza hasta que lo cercaron, y luego lo ultimaron.
Pero hay sospechas y no pocas: versiones extraoficiales indican que cuando el Ejército lo tuvo en sus manos ya estaba muerto, que tenía más golpes que balazos, una fractura expuesta de codo, tal como se aprecia en una de las fotografías que circulan en las redes sociales.
De acuerdo con información que contiene el peritaje realizado por la Procuraduría General de la República (PGR), se registraron seis lesiones de bala, una en el tórax anterior, otra en el posterior, una más en el abdomen, otra en el brazo izquierdo, una en un muslo y otras más en la pierna izquierda.
La causa de la muerte, según a conclusión pericial, fue por laceración pulmonar en ambos pulmones. La posición del occiso fue decúbito dorsal.
El cadáver duró en el Servicio Médico Forense desde la mañana del sábado hasta la noche del lunes. Pero nadie explicó por qué la noche en que supuestamente cayó abatido, elementos del Ejército mexicano levantaron el cuerpo y se lo llevaron al Semefo sin las actuaciones previas del Ministerio Público.
El cadáver fue paseado y retenido cuantas veces se pudo, al parecer por decisión de familiares: desde la noche del lunes y todo el martes en la funeraria, el miércoles una misa matinal y su traslado a los pueblos donde era conocido, y el jueves de nuevo a la funeraria y luego, durante la tarde, a Jardines del Humaya, a la tumba donde está su hijo Atanasio.
En los pasillos de la funeraria están sus parientes, amigos, vecinos y allegados. Todos parecen tristes, pero en paz. Resignados a la fuerza. Tranquilos, al final. Sueltan el aire: saben que murió un hombre con fama de sanguinario, a quien velan como un hombre apacible, de bien.
—¿Te quedó debiendo? —preguntó un hombre a un músico que acudió al funeral.
—No, ¿por qué?
—Para que te pague la familia. Porque si no, ya te chingaste.
—Ni modo. El señor fue bueno con nosotros. Vine a despedirlo.
El Señor, el Ondeado, el M1. Hermano de Javier Torres Félix, el JT, preso en Estados Unidos por narcotráfico y ahora preso en México. Ejecutor fuerte, duro: cercenador, decapitador y firmante de mensajes fúnebres dirigidos a sus enemigos, los Beltrán Leyva. Su firma, ese machete grande que dicen estaba chapeado en oro, fue la rúbrica en muchas, por no decir que todas, sus ejecuciones.
—¿Y cuál canción era la que más le gustaba al Señor?
—Carta a Esther… y Flor de Dalie.
Y se puso a cantarlas. Ahí, a capela. A solas.
*****
¿Y los periodistas?
A cada foto, un militar. Un militar sin rango que dice: “¡Identifíquese!”.
Y pide que no le tomen fotos, que no salga su cara. Con esa condición y luego
de pedirle permiso al oficial a cargo del operativo, permite que se tomen
gráficas del actuar de la tropa, los retenes, las revisiones que realizan los
enviados por la Novena Zona Militar.
Bulevar Zapata, Manuel Bonilla y Domingo Rubí. Retenes, tanquetas,
camionetas artilladas. Preguntas y más preguntas. Miradas afiladas. Miradas que
miran y apuntan y sostienen la mirada con sospecha. Nadie, ningún periodista,
en la escena, los camellones, las banquetas, tomando nota.
La “línea” —de los medios, del narco o del miedo—, confesaron algunos, fue
no acudir a la funeraria por seguridad, porque no era un “narco pesado” y sus
familiares les habían echado la camioneta encima a los reporteros que acudieron
al Semefo el lunes que les entregaron el cuerpo, para evitar confrontaciones con
la Policía o el Ejército, o con amigos. Nadie, nada.
El narco acecha, el Gobierno cede, los medios callan. La rendición de la
pluma, libreta, cámaras y micrófonos frente a los mequetrefes de fusiles
automáticos: el abandono de los periodistas a sí mismos y por lo tanto a la
sociedad, el imperio del silencio postrado, la mordaza autoimpuesta a punta de
amenazas, el fracaso del oficio y la renuncia de facto a la obligación moral de
cubrir, reportear, escribir, informar.
Y ganó el encierro. Y los medios anunciaron, con su actuar, el repliegue. Y
que hablen los poderosos, que tableteen las armas y corra la sangre: al cabo
que nadie oye, nadie ve. El páramo de una ciudad triste. Muerte y silencio.
Ganan los malos.
Caravana desnutrida
Un flaco desfile siguió el féretro, que iba en una camioneta blanca, casi
color crema, modelo Gran Cherokee. Zapata, Obregón al sur, Costerita y al final
la carretera México 15, hacia los terruños del Ondeado: de El Salado para
arriba, Santa Cruz de Alayá y puntos intermedios.
Ocho vehículos, no más, siguiendo el cortejo. Un par de camionetas de
modelo reciente y otros carros no tan viejos. Tres patrullas del Ejército y dos
de la Policía Estatal, discretas y a distancia. Silentes, vigilantes. Pero
dieron vuelta en u cuando terminó la mancha urbana, antes de llegar al cerro de
El Tule.
Déjenme solo
Dicen los cercanos que pidió, ordenó: “Déjenme solo”. Que ya estaba
cansado. Harto. Que sabía lo que venía y que había decidido enfrentarlo él y no
quería a nadie más. Cuentan, casi a manera de mito, que siguió a pie entre el
monte y los predios de plantíos de temporal, que pidió ayuda y las puertas se
cerraron. Solo, solo, solo.
Así lo dejaron y así murió. Las versiones de las autoridades indican que
fueron calibres pequeños los que perforaron su piel, pero que también tenía
muchos golpes, que los militares nomás llegaron por el cuerpo, que no hubo tal
balacera y que por ahí, cerca de donde lo recogieron, había fiesta.
Y en esas fiestas, aseguran, siempre hay muertos.
Solo ahí, entre los matorrales. Parecía sonreír ese cadáver. O ironizar:
dónde quedó el Ejército que comandaba, dónde las armas. Porque en el funeral
estuvieron pocos. Porque al cortejo asistieron menos.
Porque así lo pidió, dicen. “Déjenme solo”.
Y solo se quedó.
La supuesta traición del Mayo Zambada
Mucho o poco se habla de la traición del Mayo Zambada lo cierto es que
todos se niegan a hablar de este echo, sin embargo la familia Torres, afirma y
reafirma como un echo la traición y la necesidad de "El Mayo" de entregar
a uno de sus subalternos, el gobierno lo pidió y el puso y dispuso a Manuel
Torres Félix "El Ondeado"
'El Ondeado'
18 de abril de 2008.
Su hijo Atanasio Torres fue asesinado en Montebello. Su hermana Alondra, de
6 años, salió herida. La muerte se le atribuyó al "Barbas", que
comenzó una lucha que culminó con el homicidio de Édgar Guzmán López, hijo de
"El Chapo" Guzmán.
4 de junio de 2008.
Esta fecha sumaron siete cadáveres, algunos mutilados y decapitados,
dejados abandonados frente a la Secretaría de Salud, en Montebello, sitio del
homicidio de Atanasio. Según los mensajes, se trataba de la venganza por la
muerte de su hijo. Entre los cuerpos estaba el del comandante del extinto Grupo
Centauro, Roberto Carlos Barceló Villagrán.
20 de septiembre de 2008.
En un rancho ubicado en El Carrizal, el Ejército decomisó armas y una
fotografía de Manuel Torres, abrazado de Misael Torres Urrea. El primero armado
con una escuadra y el segundo con una granada. Desde entonces varios
narcocorridos ilustraron la forma de vida y animaron al movimiento
alterado.
Enero de 2011.
Su nombre volvió a ser noticia al participar en un enfrentamiento contra
militares en una brecha de El Salado, un mes después del arribo del general
Moisés Melo García a la Novena Zona Militar. El saldo reportado fue de un
militar muerto.
1 de junio de 2011.
El Departamento del Tesoro fichó a Manuel Torres junto con Gonzalo Inzunza
Inzunza como sujetos a la Ley Kingpin. Desde entonces sus imágenes corrieron
más en las redes sociales. Más tarde, además de corridos "alterados"
surgirían películas como "Los Sanguinarios del M-1", "En
Preparación", entre otras.
27 de septiembre de 2011.
La PGR lo pone en su lista de recompensas junto con Gonzalo Inzunza y
Manuel Alejandro Aponte Gómez, el Bravo, presunto ex militar jefe de pistoleros
del Chapo Guzmán.
18 de febrero de 2012
Elementos de las Fuerzas Especiales del Ejército implementan un operativo
en La Higuera, sindicatura de El Salado, donde presuntamente iban por Manuel Torres.
13 de octubre de 2012
Muere abatido Manuel Torres en un supuesto enfrentamiento con el Ejército.
Le hallan pistolas, dólares y droga. Al llegar el MP, estaba sólo el cadáver,
en la maleza.
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