La historia del pueblo que lucha contra Los Zetas con armas de la Revolución Mexicana en Veracruz #Verfollow
El hombre que sostiene una escopeta en medio de la sierra es un fantasma. Él es un rumor, una fantasía, no existe, según el gobierno, pero cargando un arma recortado calibre 20.
Es tan real como un hombre de músculos y huesos esperando a soltar un disparo que puede arrancar de tajo un brazo, con la mano izquierda abraza el cerrojo del arma. Con la mano derecha atenaza la culata. A su lado, un embozado le sostiene una carrillera de 48 municiones expansivas. El hombre que no existe, según el gobierno, toma una bala tan gruesa como la yema de su dedo índice y la introduce en el fusil,.
Quita el seguro, pone el dedo en el percusor y provoca un sonido metálico al amartillar su rifle que suena estremecedoramente verdadero, estamos a la mitad de la nada. No hay casas en varios kilómetros a la redonda ni señal de celular para ubicarnos en un mapa. Por aquí no se pasea ni un extraviado. La inmensidad de la sierra en el estado de Veracruz, ubicado al oriente de México.
Sirve para tener este encuentro a escondidas del ejército, pero no somos los primeros en usar el lugar como escondite: desde 2013, al menos, éste es el refugio del sanguinario cártel que domina la zona. Nosotros y ellos pisamos el mismo territorio, sin saber quiénes son los caseros y quiénes los intrusos.
"¿Vas a grabar esto?", pregunta el hombre que no existe según el gobierno y el lente enfoca su rostro descubierto. Para posar sin imperfecciones, se limpia el sudor que causan 26 grados centígrados y una caminata de 30 minutos por senderos terregosos para llegar hasta donde estamos.
"Mi nombre es Román Vázquez González, líder de las autodefensas de la sierra de Zongolica. Y aquí estamos presentes... "
Entonces, apunta al cielo y jala el gatillo.
Román Vázquez y su compañero de autodefensas, Fermín, posan para VICE News dentro de la sierra, territorio peleado por Los Zetas.
El cañonazo es tan potente que despedaza varias ramas y durante largos segundos las hojas caen hasta la tierra. El daño es un mensaje en sí mismo: pareciera que Román nos ha traído hasta aquí para que, al final, su rifle recortado calibre 20 termine la presentación.
Como si el arma del hombre que no existe, según el gobierno, hablara con ese fogonazo y mandara un saludo a Los Zetas de parte de sus enemigos: el primer grupo de vigilantes en Veracruz.
Zongolica se escribe con 'zeta'
Hay regiones en México que sólo se conocen por las tragedias que albergaron.
"¿Vas a grabar esto?", pregunta el hombre que no existe según el gobierno y el lente enfoca su rostro descubierto. Para posar sin imperfecciones, se limpia el sudor que causan 26 grados centígrados y una caminata de 30 minutos por senderos terregosos para llegar hasta donde estamos.
"Mi nombre es Román Vázquez González, líder de las autodefensas de la sierra de Zongolica. Y aquí estamos presentes... "
Entonces, apunta al cielo y jala el gatillo.
El cañonazo es tan potente que despedaza varias ramas y durante largos segundos las hojas caen hasta la tierra. El daño es un mensaje en sí mismo: pareciera que Román nos ha traído hasta aquí para que, al final, su rifle recortado calibre 20 termine la presentación.
Como si el arma del hombre que no existe, según el gobierno, hablara con ese fogonazo y mandara un saludo a Los Zetas de parte de sus enemigos: el primer grupo de vigilantes en Veracruz.
Zongolica se escribe con 'zeta'
Hay regiones en México que sólo se conocen por las tragedias que albergaron.
Del mismo modo que hubo quienes escucharon por primera vez del municipio de San Fernando, Tamaulipas, por sus 72 migrantes asesinados, o del fraccionamiento Villas de Salvárcar en Ciudad Juárez, Chihuahua, por sus 16 estudiantes ejecutados, a Zongolica, Veracruz, hay quienes lo recuerdan por un crimen que llegó a las primeras planas del país hace nueve años: en febrero de 2007, Ernestina Ascención, una mujer de 73 años, murió a causa de una paliza y antes de expirar dijo a sus familiares que los militares que estaban en el pueblo para pelear contra cárteles y guerrillas la violaron tumultuariamente y la golpearon para callarla, aunque el gobierno no admitió nunca esta versión.
Su muerte fue el último escándalo nacional que surgió en Zongolica, pero desde entonces han ocurrido muchas más tragedias y en silencio: tres años después del crimen de Ernestina, el municipio que alguna vez fue una apacible pueblo de campesinos en la franja más pobre de Veracruz comenzó su transformación en un escondite de 350 kilómetros cuadrados para los grupos criminales.
Ríos, cuevas, grietas y precipicios mortales en la sierra servían como guarida natural para narcomenudistas, sicarios, secuestradores y asaltantes de camionetas ligados al grupo criminal Los Zetas con presencia en ciudades aledañas como Orizaba. Para ellos, controlar Veracruz significa apoderarse de la costa en el Golfo de México, de la entrada a Tamaulipas — estado fronterizo con Estados Unidos — y de una orografía tan accidentada que sólo los locales pueden moverse por ella sin perderse.
Sin embargo, al poco tiempo, el cártel notó que el pueblo guardaba su dinero en efectivo por la falta de bancos y comercios con terminales bancarias. Ese dinero constante atrajo extorsiones, secuestros y disputas a balazos que dejaron varios muertos. El miedo eran tan intenso que en noviembre de 2012 las autoridades aprobaron un toque de queda para menores de edad que empezaba con el primer minuto de las diez de la noche.
Su muerte fue el último escándalo nacional que surgió en Zongolica, pero desde entonces han ocurrido muchas más tragedias y en silencio: tres años después del crimen de Ernestina, el municipio que alguna vez fue una apacible pueblo de campesinos en la franja más pobre de Veracruz comenzó su transformación en un escondite de 350 kilómetros cuadrados para los grupos criminales.
Ríos, cuevas, grietas y precipicios mortales en la sierra servían como guarida natural para narcomenudistas, sicarios, secuestradores y asaltantes de camionetas ligados al grupo criminal Los Zetas con presencia en ciudades aledañas como Orizaba. Para ellos, controlar Veracruz significa apoderarse de la costa en el Golfo de México, de la entrada a Tamaulipas — estado fronterizo con Estados Unidos — y de una orografía tan accidentada que sólo los locales pueden moverse por ella sin perderse.
Sin embargo, al poco tiempo, el cártel notó que el pueblo guardaba su dinero en efectivo por la falta de bancos y comercios con terminales bancarias. Ese dinero constante atrajo extorsiones, secuestros y disputas a balazos que dejaron varios muertos. El miedo eran tan intenso que en noviembre de 2012 las autoridades aprobaron un toque de queda para menores de edad que empezaba con el primer minuto de las diez de la noche.
Pero eso no evitó otra tragedia callada, alejada de la prensa nacional: el 9 de enero de 2013, hombres ligados al cártel "de la letra" raptaron a tres jóvenes, a quienes nunca se les ha visto de nuevo. Nadie sabe si viven o están muertos.
Los tres desaparecidos son familiares de Román Vázquez González, pintor, muralista, líder social en Zongolica y hoy jefe de las autodefensas de su pueblo, a quien le sucedió lo que a la mayoría de los activistas contra la violencia en México: el crimen organizado le salpicó de sangre a su círculo más íntimo.
'No fue sólo mi familia... cuando nos dimos cuenta, ya había siete desaparecidos y unos 20 secuestrados'.
"Me acuerdo mucho de una señora que es de aquí y se fue a trabajar a Jalapilla. Le secuestraron a su hijo. Ella vendía comida en la calle. Le pidieron 80 mil pesos y ella empeñó hasta lo que no tenía y juntó 40 mil pesos. 'Esos' le aceptaron el dinero, le devolvieron a su hijo, pero no le perdonaron la deuda: 'póngase a trabajar, porque nos sigue debiendo 40 mil pesos y si no los tiene pronto, pues nos llevaremos a toda su familia'".
Esos crímenes serían los últimos que la comunidad quería tolerar: el 8 de marzo de 2013, convocados por el párroco del pueblo, los vecinos salieron a la calle a exigir seguridad. En plena marcha, advirtieron que cuatro hombres — conocidos vigilantes de Los Zetas —fotografiaban a los asistentes. La multitud se abalanzó sobre ellos y, a punto de ser linchados, fueron rescatados por la policía municipal, quienes prometieron arrestarlos. Sin embargo a las pocas horas, los "halcones" fueron devueltos a la calle.
Cuando la noticia de la liberación corrió, Zongolica era un pueblo fantasma con todos atrincherados en sus casas a las cuatro de la tarde. Sabían que Los Zetas querrían vengarse. Los criminales llamaron a los teléfonos celulares de los vecinos más conocidos de la comunidad y les exigieron que esparcieran un mensaje: sepan zongoliqueños que vamos de regreso a la sierra a desquitarnos por lo que nos hicieron y el primero en pagar será el párroco.
Y en un pueblo tan religioso como Zongolica, aquella afrenta no podía admitirse. Campesinos, ancianas, amas de casa, jornaleros, estudiantes, sacaron de sus casas las armas familiares con las que cazan los tejones y ardillas que se comen y se apostaron en el centro del pueblo. Los testimonios de seis vecinos consultados coinciden en que la plaza principal del municipio parecía una armería al aire libre: rifles, carabinas, revólveres, escopetas por donde se viera. Hay quienes aseguran que hubo bombas de clavos en las entradas del municipio y clavos para ponchar las llantas de autos de los criminales.
Unos 500 hombres y mujeres, los más pobres del Veracruz, regresaron el reto: sepan 'zetas' que aquí estamos en la sierra para desquitarnos por lo que nos hicieron y los primeros en pagar serán quienes entren a la comunidad a hacernos daño.
Uno de los levantados en armas era Román Vázquez, quien con una emoción recuerda que desde ese día, los criminales pisan con cuidado el pueblo.
"Los cárteles tienen dos ventajas sobre la gente: miedo y sorpresa. A nosotros se nos quitó el miedo. Y (con nosotros) armados, ellos pierden el elemento sorpresa", presume. "Cuando entendimos eso, empezó todo. Nos organizamos como autodefensas".
Tres años después, Román es un hombre que no existe, según el gobierno, porque no le quieren reconocer lo que él asegura: lidera 134 campesinos que duermen con armamento en sus casas, listos para tomar el pueblo cuando él ordene ir detrás de algún criminal que pise la sierra.
El grupo sabe patrullar de noche, bloquear caminos, perseguir comandos y dormir con un ojo abierto y otro cerrado.
Pero lo más importante: saben cazar animales para comer, así que su puntería es excepcional cuando se trata de tirar a un blanco en movimiento.
Saben tirar a matar.
'Descuartizado, molido'
— ¿Has pensado que enfrentarte contra los Zetas en Veracruz es un trabajo suicida? — pregunto a Román, de 55 años, en su casa-estudio a unas cuadras del centro de Zongolica.
— Sí, yo estoy consciente de que me van a matar — responde con una voz firme que hace juego con su escopeta recortada calibre 20, su carrillera de municiones expansivas al hombro y un revólver en el cinturón, apuntando a sus testículos.
— ¿Cómo imaginas que te matarán? — insisto.
— Yo te puedo decir que descuartizado, molido. Es un proceso. Soy creyente, dentro de mi conciencia, creo en un supremo creador y que si él sufrió, también yo.
Román Vázquez tiene 55 años y es el líder de primer grupo civil en Veracruz que se arma públicamente contra los cárteles de la droga. (Imagen por Daniel Ojeda/VICE News)
Ese es el costo, admite, de liderar un grupo de autodefensas que rompen con el molde del movimiento civil armado que irrumpió en 2012 en Michoacán contra los cárteles de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
La Autodefensa de la Sierra de Zongolica es la primera en muchas cosas: en dar la pelea en Veracruz; en afrontar a Los Zetas; en pelear con las armas de reliquia o de la época de la Revolución Mexicana, en lugar de armamento de alto poder o de uso exclusivo del ejército; en operar sin bases ni retenes, pero sí con el teléfono siempre prendido por si se necesita emboscar al enemigo; y en estar registrados con credenciales firmadas por Román bajo el membrete del Movimiento Indígena Liberal Popular y Autónomo de Zongolica (MILPAZ), una organización popular que nació en la región para apoyar a los campesinos y que hoy es la carta de presentación de los vigilantes.
"Aquí todos tenemos armas viejas. No son cuernos de chivos, pero una escopeta recortada perfora todo. De un tiro te llevas cuatro o cinco personas (...) Si nos quieren chingar, órale. Pero no la van a tener fácil. Ya estuvo de eso", dice.
El 10 febrero de 2014, un grupo de encapuchados y embozados apareció en un video en Youtube con rifles, municiones y armas blancas. Posaban como anónimos frente a un letrero que decía "Autodefensa de la Sierra de Zongolica" y mostraban sus habilidades como expertos tiradores, imaginando que agujeraban sicarios. Dos días después de publicar el video, Román envió una carta a Los Pinos avisando que el grupo estaba dispuesto a guardar su armamento, si se reforzaba la seguridad en el municipio. El sello en el documento — del que VICE News posee una copia — prueba que fue recibido por la Dirección General de Atención Ciudadana de la Presidencia de la República, pero la violencia siguió creciendo y la autodefensa prefirió hacer un mayor acopio de armas, sabiendo que estaban por su cuenta.
Carta al presidente Enrique Peña Nieto, fechada el 12 de febrero de 2014: "no hacemos los conflictos ni los movimientos, sino ustedes en su gobierno por omitir nuestras demandas".
"Sabíamos que el primer enemigo no serían Los Zetas, sino el gobierno. Por eso, advertimos en documentos que esto es una salida desesperada porque nos dejaron a nuestra suerte y porque estamos invocando el artículo 10 de la Constitución que nos permite actuar en legítima defensa (...) En Veracruz no existe la delincuencia organizada. Existe la delincuencia tolerada por el gobierno", argumenta Román.
Según él, la presencia de los grupos criminales en la zona obedece a pactos entre el Cártel de Los Zetas y el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, correligionario del presidente Enrique Peña Nieto en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Es un pacto viejo, dice, que comenzó con el anterior gobernador Fidel Herrera, hoy cónsul en Barcelona, España. Él habría heredado un trato criminal al actual mandatario, quien lo honra queriendo o no. Por ello, su pelea es doblemente difícil: está atrapado entre el poder criminal y el poder político.
— Yo desde hace tres años estoy muerto. Sé perfectamente que me van a matar, ¿cómo? Esa es la cuestión. O me levantan o me secuestran. Y aquí en Zongolica mucha gente estamos de acuerdo en que si hay un secuestrado aquí, no se paga nada. Sería darle de comer al lobo
— Si te secuestran, ¿qué nadie pague nada por ti? — cuestiono.
— Yo he hablado con mi familia. Tienen esa instrucción: si me secuestran, no paguen nada. Ni madres. Mi estrategia es otra: yo tengo un pacto con líderes de autodefensas en Michoacán y Guerrero. Si a mi me asesinan, me matan en un enfrentamiento... llámale táctica... ellos entran a Veracruz a hacer un desmadre. Por eso, tal vez, sigo vivo. El gobierno sabe que no le conviene que me maten, porque traigo gente atrás. Pero de que me matan, me matan. (...) Estoy en paz con la idea de ser el cebo. A mi me ofrecieron seguridad del estado, pero no, gracias. Esos que me cuidan me van a poner en la madre. Mejor solo, así cuando alguien se acerque, ya sé que viene a ponerme en la madre.
A principios de 2014, el gobernador de Veracruz Javier Duarte aseguró que "definitivamente no hay grupos de autodefensa" en el estado, aunque líderes empresariales y legisladores de oposición confirmaron la presencia de esos grupos. Año y medio después, frente a pobladores que se definieron como guardias comunitarias de la localidad de Soledad de Atzompa, en la sierra de Zongolica, Duarte matizó sus palabras y dijo que, en caso de existir las autodefensas, serían ilegales.
— El gobierno de Veracruz ha sostenido que el grupo no existe. Que no son autodefensas, acaso campesinos armados y sólo eso, ¿qué piensas?
— Sabemos que no tenemos el reconocimiento del gobierno, ¿cómo podrían? Pero en corto, la policía, los marinos, la comunidad, nos reconocen. Nos dicen 'nosotros no podemos solos, pónganles en la madre a esos hijos de la chingada' y saben que, en parte, nosotros ayudamos a la seguridad del municipio. Hoy Zongolica está relativamente en calma.
— ¿Qué tan dispuesto estás a entrar a una confrontación con los cárteles?
— Va a sonar contradictorio, pero no lo es: no tenemos nada contra la delincuencia. Los mexicanos pueden dedicarse a lo que les de la gana. Lo que exigimos a los cárteles es una regla de tres: no tienen derecho a cobrar piso, no tienen derecho a "dar piso" [matar] a nadie y no tienen derecho a levantar o secuestrar a nadie. Si la delincuencia respeta eso, nosotros los vamos a respetar.
— ¿Y si no respetan?
— Acá tenemos con qué defendernos. Y acá, estamos en el Reino de Dios, porque sabemos movernos mejor que ellos en la sierra. A ver de a cómo nos toca.
Veracruz, la próxima revuelta nacional
El hombre que no existe mira satisfecho a la cámara cuando el estruendo del balazo se pierde en el horizonte de la sierra. Su acompañante y miembro de las autodefensas, Fermín, le guarda la escopeta, las municiones y un pasamontañas en una mochila y emprendemos el camino hacia la salida de la sierra.
'Los que nos levantamos en armas, tenemos motivos de sobra. Ha corrido mucha sangre inocente'.
El camino es un recuento de las últimas desgracias en Veracruz: los 35 cuerpos con huellas de tortura aventados frente a una plaza comercial en el municipio de Boca del Río, los 31 restos hallados en una narcofosa en la región de Tres Valles, los cinco jóvenes que la policía de Tierra Blanca entregó a los criminales para que los asesinaran, las decenas de mujeres raptadas en corredor industrial Córdoba-Orizaba con presuntos fines de explotación sexual.
Mes y medio después vendría otra tragedia: tres jóvenes están desaparecidos y los familiares apuntan a que policías municipales de Papantla son los responsables.
Pero hay otro recuento que le da esperanzas a Román: él tiene noticias de autodefensas en otros municipios de Veracruz como Soledad de Atzompa, Tequila, Río Blanco, Tlaquilpa... y los municipios que se sumen este año. Antes de que acabe 2016, calcula que habrá cuatro comunidades más en una insurrección armada contra la dupla cártel-gobierno.
"Sabíamos que el primer enemigo no serían Los Zetas, sino el gobierno. Por eso, advertimos en documentos que esto es una salida desesperada porque nos dejaron a nuestra suerte y porque estamos invocando el artículo 10 de la Constitución que nos permite actuar en legítima defensa (...) En Veracruz no existe la delincuencia organizada. Existe la delincuencia tolerada por el gobierno", argumenta Román.
Según él, la presencia de los grupos criminales en la zona obedece a pactos entre el Cártel de Los Zetas y el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, correligionario del presidente Enrique Peña Nieto en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Es un pacto viejo, dice, que comenzó con el anterior gobernador Fidel Herrera, hoy cónsul en Barcelona, España. Él habría heredado un trato criminal al actual mandatario, quien lo honra queriendo o no. Por ello, su pelea es doblemente difícil: está atrapado entre el poder criminal y el poder político.
— Yo desde hace tres años estoy muerto. Sé perfectamente que me van a matar, ¿cómo? Esa es la cuestión. O me levantan o me secuestran. Y aquí en Zongolica mucha gente estamos de acuerdo en que si hay un secuestrado aquí, no se paga nada. Sería darle de comer al lobo
— Si te secuestran, ¿qué nadie pague nada por ti? — cuestiono.
— Yo he hablado con mi familia. Tienen esa instrucción: si me secuestran, no paguen nada. Ni madres. Mi estrategia es otra: yo tengo un pacto con líderes de autodefensas en Michoacán y Guerrero. Si a mi me asesinan, me matan en un enfrentamiento... llámale táctica... ellos entran a Veracruz a hacer un desmadre. Por eso, tal vez, sigo vivo. El gobierno sabe que no le conviene que me maten, porque traigo gente atrás. Pero de que me matan, me matan. (...) Estoy en paz con la idea de ser el cebo. A mi me ofrecieron seguridad del estado, pero no, gracias. Esos que me cuidan me van a poner en la madre. Mejor solo, así cuando alguien se acerque, ya sé que viene a ponerme en la madre.
A principios de 2014, el gobernador de Veracruz Javier Duarte aseguró que "definitivamente no hay grupos de autodefensa" en el estado, aunque líderes empresariales y legisladores de oposición confirmaron la presencia de esos grupos. Año y medio después, frente a pobladores que se definieron como guardias comunitarias de la localidad de Soledad de Atzompa, en la sierra de Zongolica, Duarte matizó sus palabras y dijo que, en caso de existir las autodefensas, serían ilegales.
— El gobierno de Veracruz ha sostenido que el grupo no existe. Que no son autodefensas, acaso campesinos armados y sólo eso, ¿qué piensas?
— Sabemos que no tenemos el reconocimiento del gobierno, ¿cómo podrían? Pero en corto, la policía, los marinos, la comunidad, nos reconocen. Nos dicen 'nosotros no podemos solos, pónganles en la madre a esos hijos de la chingada' y saben que, en parte, nosotros ayudamos a la seguridad del municipio. Hoy Zongolica está relativamente en calma.
— ¿Qué tan dispuesto estás a entrar a una confrontación con los cárteles?
— Va a sonar contradictorio, pero no lo es: no tenemos nada contra la delincuencia. Los mexicanos pueden dedicarse a lo que les de la gana. Lo que exigimos a los cárteles es una regla de tres: no tienen derecho a cobrar piso, no tienen derecho a "dar piso" [matar] a nadie y no tienen derecho a levantar o secuestrar a nadie. Si la delincuencia respeta eso, nosotros los vamos a respetar.
— ¿Y si no respetan?
— Acá tenemos con qué defendernos. Y acá, estamos en el Reino de Dios, porque sabemos movernos mejor que ellos en la sierra. A ver de a cómo nos toca.
Veracruz, la próxima revuelta nacional
El hombre que no existe mira satisfecho a la cámara cuando el estruendo del balazo se pierde en el horizonte de la sierra. Su acompañante y miembro de las autodefensas, Fermín, le guarda la escopeta, las municiones y un pasamontañas en una mochila y emprendemos el camino hacia la salida de la sierra.
'Los que nos levantamos en armas, tenemos motivos de sobra. Ha corrido mucha sangre inocente'.
El camino es un recuento de las últimas desgracias en Veracruz: los 35 cuerpos con huellas de tortura aventados frente a una plaza comercial en el municipio de Boca del Río, los 31 restos hallados en una narcofosa en la región de Tres Valles, los cinco jóvenes que la policía de Tierra Blanca entregó a los criminales para que los asesinaran, las decenas de mujeres raptadas en corredor industrial Córdoba-Orizaba con presuntos fines de explotación sexual.
Mes y medio después vendría otra tragedia: tres jóvenes están desaparecidos y los familiares apuntan a que policías municipales de Papantla son los responsables.
Pero hay otro recuento que le da esperanzas a Román: él tiene noticias de autodefensas en otros municipios de Veracruz como Soledad de Atzompa, Tequila, Río Blanco, Tlaquilpa... y los municipios que se sumen este año. Antes de que acabe 2016, calcula que habrá cuatro comunidades más en una insurrección armada contra la dupla cártel-gobierno.
De acuerdo con Román, 134 miembros integran la Autodefensa de la Sierra de Zongolica y cada mes el número crece.
A punto de despedirnos, Román tiene una revelación y a manera de reflexión suelta un cálculo que, pide, guardemos en la memoria.
"En Michoacán, la delincuencia llevaba al menos diez años ahí cuando se levantaron las autodefensas. Se tardaron una década en defenderse. Acá ya llevamos tres años organizando esto. Pero no llegamos a cinco. Esto va a reventar.
"Marca mis palabras: en Veracruz va a ser la siguiente gran revuelta nacional por la seguridad".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario