Durante una fiesta Juan José Esparragoza Moreno, conocido como El Azul, se acercó al jefe de una banda de narcotráfico y le pidió hablar unos minutos. “Ya no le jale mucho al dedo”, recomendó, en referencia a la costumbre del sicario de disparar contra sus rivales.
“Los negocios éstos no se llevan con las muertes y se echan a perder”.
La conversación quedó consignada en el expediente del juicio contra el general Francisco Quiroz Hermosillo, acusado de delitos contra la salud y lavado de dinero.
El tono conciliador que tuvo con ese sicario –que luego se convirtió en testigo protegido- es un rasgo de la personalidad de El Azul, uno de los fundadores de lo que hoy se conoce como el Cartel de Sinaloa y a quien se considera un negociador en las batallas entre las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas en México.
Policías que lo investigaron, periodistas y académicos coinciden en que el actual mapa del tráfico de drogas en el país no sería posible sin la participación de este personaje, cuya filosofía parece contrastar con la violencia de esta actividad: las balas y el narcotráfico, decía, no se llevan.
Sin embargo, no es posible confirmar si El Azul sigue vivo y en funciones de mediador: el semanario “Río Doce” de Sinaloa publicó, el mes pasado, que Esparragoza Moreno murió por un infarto tras convalecer de un accidente automovilístico.
Desde entonces, la información nunca ha podido ser confirmada oficialmente. La Fiscalía o Procuraduría General de la República (PGR) dice que no tiene detalles suficientes para convalidar los datos del fallecimiento.
Mientras que algunos medios, como el semanario “Proceso”, han publicado que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, la DEA por sus siglas en inglés, considera que el capo efectivamente está muerto, y algunas versiones apuntan incluso a que su cuerpo fue incinerado.
El destino de El Azul es un misterio, como su vida.
Viejo narco
“Ha sido el encargado de las negociaciones de paz, de mantener los equilibrios entre las fuerzas del crimen organizado“: Juan Veledíaz, reportero.
Lo que más se conoce del personaje es su capacidad de conciliación que le ha permitido incluso mediar entre organizaciones rivales.
“Ha sido el encargado de las negociaciones de paz, de mantener los equilibrios entre las fuerzas del crimen organizado y, sobre todo, el puente con los políticos, que fue su labor durante más de 30 años”, le dice a BBC Mundo el reportero Juan Veledíaz, autor del libro “El general sin memoria”.
“Es el prototipo del viejo narco que aprendió de los años 60 y 70 cuando el negocio no se explicaba sin la conveniencia con las autoridades políticas y de seguridad. Era el negociador”.
Para cumplir con este papel durante varias décadas El Azul mantuvo un perfil discreto, e incluso prohibió que se le escribieran corridos (canciones populares) o que su familia o colaboradores cercanos tuvieran una vida ostentosa. Tampoco permitió que le tomaran fotografías, según han contado policías que lo investigaron.
Una actitud muy distinta a la de algunos de sus socios como Ismael Zambada García, El Mayo, el fallecido Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos o Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, quien apareció armado y sonriente en varias fotografías tomadas en las montañas donde se escondía.
Pero la discreción de Esparragoza Moreno contrasta con su papel en la definición de lo que ahora es el negocio del tráfico de drogas en México.
Reparto
El Azul nació en febrero de 1949 en la comunidad de Huixiopa del municipio montañoso de Badiraguato, Sinaloa, de donde son originarios algunos de los principales líderes del narcotráfico del país, como El Chapo Guzmán o los hermanos Beltrán Leyva.
Ismael Zambada García, El Mayo, el único sobreviviente de la vieja guardia en el Cartel de Sinaloa (Imagen de archivo).
El sobrenombre se debe al tono muy moreno de su piel. Atlético, de 1,77 metros de estatura, desde muy joven empezó en la venta de marihuana y goma de amapola para elaborar heroína, y a finales de la década del 60 formó parte de la banda de Pedro Avilés, apodado El León de la Sierra, donde también colaboraron personajes como Miguel Félix Gallardo -el llamado originalmente Jefe de Jefes, el primer gran capo trasnacional de la historia de México que estableció el tráfico de cocaína por el país-, Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto y Rafael Caro Quintero.
Años después este grupo se convirtió en una de las organizaciones de tráfico de drogas más poderosas en la historia del país, bautizada como el Cartel de Guadalajara por la DEA.
Pero su influencia empezó a menguar tras el asesinato del agente Enrique Camarena, en 1985, y la captura del Jefe de Jefes cuatro años después.
De acuerdo con el periodista Jesús Blancornelas, fundador del Semanario Zeta, desde la prisión Félix Gallardo ordenó que sus socios se dividieran el territorio que controlaba el Cartel.
El reparto lo hizo Esparragoza Moreno, quien también se encargó después de mediar en los conflictos por la disputa interna por las rutas de tráfico.
También concilió conflictos entre otras organizaciones. Según el periodista Ricardo Ravelo, en 1993 El Azul sentó en la misma mesa a los cabecillas de los grupos de Juárez y El Golfo para negociar un acuerdo que pusiera fin a la batalla que libraban en el norte del país.
A ese acuerdo se lo llamó “La Paz del Norte”, que se rompió a partir de 2001, tras la fuga de prisión de El Chapo Guzmán quien trató de apoderarse de los sitios de cruce de droga, armas y dinero en la frontera con Estados Unidos.
En la guerra que siguió Esparragoza Moreno mantuvo su perfil discreto, aunque ciertamente decidió aliarse con sus primeros socios que formaron el Cartel de Sinaloa.
Misterio
“Las balas y el narcotráfico no se llevan“: Juan José Esparragoza, El Azul.
Pero estar lejos de los reflectores no impidió que se convirtiera en una de las personas más buscadas en México y Estados Unidos, cuyo gobierno ofrece por su captura una recompensa de US$5 millones.
El Departamento del Tesoro incluyó a El Azul, su familia y socios cercanos en la lista de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, donde se incluyen los negocios vinculados con supuestas actividades ilícitas.
Los últimos años los pasó en la clandestinidad aunque, a diferencia de algunos de sus socios del Cartel de Sinaloa como El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán, Esparragoza Moreno solía vivir en zonas urbanas.
Fue en una de estas ciudades donde se dice ocurrió el accidente de automóvil que le provocó un infarto.
Hasta ahora, sin embargo, no se sabe el sitio donde murió. El dato permanece en el misterio, como su propia vida.
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